Con una gran diversidad de formatos, sorprende la maestría con la que es capaz de equilibrar el realismo documental con una planificación formal milimétrica en la que ninguna decisión estilística se deja al azar.

La película se convierte en un hermoso (y emocionante) juego de espejos entre la vida del atracador y su mujer y la de ellos mismos, la de Elías y Ainhoa, que convergen en el punto en común de la maternidad.

Poético, emotivo y reflexivo, el segundo largometraje de Siminiani es un nido de disyuntivas. Para empezar, como en todo documental, no siempre sabemos qué es real y qué no.

La cinta jugará en todo momento a desnudarse en su propia esencia ante el espectador, demostrándole la realidad a partir del ejercicio de la ficción.